Dios revela Sus verdades y Sus mandamientos por medio de los profetas. En la Iglesia Mormona enseñamos que por medio de la restauración de la Iglesia de Jesucristo, hoy en día tenemos profetas y apóstoles que nos guían en los desafíos con los que nos enfrentamos.
Estos profetas nos han advertido de las muchas trampas que Satanás ha dispuesto para hacer caer al hombre en miseria y tentación. Entre estas tentaciones se encuentran los juegos de azar. El engaño mismo se encuentra en el nombre, es solamente un juego. Un juego de azar es un juego donde una o varias personas ponen dinero como apuesta para que la suerte decida quien gana. Entre estos juegos se incluye el póquer, Black Jack (21), la ruleta, juegos de mesa, la lotería y cualquier juego donde la persona tiene que poner dinero para poder ganar la acumulación hecha por los demás participantes.
Los juegos de azar al igual que el alcohol, las drogas, y la pornografía comienzan con algo pequeño, y que al parecer no es dañino. Estos juegos se parecen en muchas formas a los demás vicios, ya que destruyen la vitalidad , el autocontrol, la disciplina, la autoestima, las relaciones familiares, el enfoque, las metas, los estudios y alejan el espíritu del Señor. Hay muchas razones por las cuales debemos evitar estos juegos. Por ejemplo, un padre de familia que trabaja para mantener a su familia y darle a sus hijos lo que necesitan, usa el dinero que ha ahorrado trabajando para ir a perderlo en un casino. El esposo que cae en las garras de Satanás gasta horas en un lugar fuera del hogar. Aun al ganar, es la causa de que uno, dos, o mas personas sean los que pierdan sus ahorros que ayudarían al progreso personal o familiar. El Presidente Hinckley el profeta actual de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días contó lo siguiente:
“La ‘fiebre’ por jugar a la lotería llegó hace poco al tope cuando el estado de Nueva York anunció que entre tres boletos se repartiría el premio mayor de cuarenta y un millones de dólares. La gente hizo cola para comprar boletos. Uno boleto ganador lo tenían veintiún trabajadores de una fábrica, setecientas setenta y ocho personas ganaron el segundo premio, y ciento trece mil ganaron premios menores. Eso quizás suene tentador.“Pero también hubo 35.998.956 perdedores que pagaron por una oportunidad de ganar [y no recibieron nada]” (“La causa del Señor”, Liahona, enero de 1986, pág. 42).
No sólo es la pérdida de dinero lo que es destructivo en los juegos de azar, pero el ambiente y los hábitos que traen. Es común que en un casino se den bebidas alcohólicas sin precio con la condición de que la persona siga jugando. Es común que el casino permita que el jugador se quede una noche en el hotel del casino gratis para atraerlo a quedarse más tiempo o regresar en el futuro. Satanás es astuto y hace que el pecado sea cómodo, y conveniente en el momento. Así la persona queda espiritualmente dormida, y aun su conciencia es ignorada y desechada por un tiempo mientras Satanás le confunde.
También es común caer en depresión al caer en la adicción, y al perder dinero. Es fácil sentirse solo y aislado después de fracasar y caer en el pecado. Es común tener problemas matrimoniales a causa de la ausencia de uno o el otro en el hogar. Y así empieza la cadena de eventos al contemplar la tentación y no ofender el diablo.
El presidente Heber J. Grant aconsejó:
"La Iglesia se ha opuesto y sigue oponiéndose inalterablemente a los juegos de azar de cualquier tipo. Se opone a cualquier juego de azar, ocupación o supuesto negocio que acepte dinero de una persona sin entregar a cambio el valor correspondiente. Se opone a toda práctica que tienda a… degradar o debilitar la elevada norma moral que los miembros de la Iglesia y nuestra comunidad en general han mantenido siempre” (en Messages of the First Presidency, tomo V, pág. 245).
Los juegos de azar traen felicidad corta y nublada. Agrada las emociones carnales, la mente y los sentidos. Y crea una pared de humo en la que es difícil descifrar la consecuencia atrás de ella. Al igual que todo pecado, Jesucristo provee el medio por el cual podemos encontrar el camino correcto, y ser perdonados de nuestros pecados. Jesucristo dijo, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28) Este alivio también abarca el pecado; al poder ser perdonados nuestras cargas y culpas serán aliviadas y podremos descansar de pesar y aflicción. Incluso por medio de las ordenanzas del bautismo y el don del Espíritu Santo, podemos ser limpios y purificados y fortalecidos contra el mal. La salvación esta abierta para todo aquel que quiera poseerla, y invitamos a todos a venir a Cristo y hallar solaz.
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